La sociedad ha rechazado numerosos aspectos de la naturaleza humana como la tristeza, la nostalgia, la frustración, el enojo, el dolor -y el duelo, la incertidumbre, entre otros. Incluso, la propia sexualidad -entendida como deseo, acceso al placer y conexión (física, energética, emocional), ha quedado relegada al plano del inconsciente.

Desde esta perspectiva, la mayoría de nuestras experiencias han estado determinadas por aquello que “se supone que debemos hacer”, negando de esta forma nuestra expresión más genuina. Cada vez que rechazamos (inconscientemente) lo que nuestro ser desea expresar, estamos negando una parte esencial de nosotras.

Con el paso del tiempo, éstas prácticas van conformando corazas que -a la vez que nos permiten adaptarnos en el mundo social, también nos separan de aquello que es único y esencial en nosotras. De esta manera comenzamos a alejarnos de nosotras mismas, generando bloqueos y estancamientos que nos impiden conectar con nuestro mundo interior y proceso creativo.